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jueves, 6 de marzo de 2025

El Castillo de Moeche (visita 2013)

El castillo de Moeche es un castillo medieval del siglo XIV perteneciente a la nobleza familiar de los Andrade (señores feudales). Está situado en la parroquia de San Xurxo (Moeche), en la comarca de Ferrol. La planta es poligonal, y conserva la torre del homenaje de 18 metros de altura y planta cuadrada. En esta se observan tres escudos grabados (la de la casa de Osorio, la de los Enríquez y la de Valcárcel) y un patio de armas. Su actual propietario es la Casa de Alba.
 

Lo que más llama la atención de esta fortaleza es su situación. A diferencia de otras fortalezas gallegas que se encuentran en lo alto de los promontorios, esta se sitúa escondida entre valles y montañas. A buen seguro que los altos montes que la rodeaban servían de "torres de vigilancia" ante la ausencia de otra situación más defensiva.

El castillo fue uno de los protagonistas de la revuelta de los Irmandiños, vasallos oprimidos que se levantaron en armas, y que llevaron a Nuño Freire de Andrade a huir al castillo de Andrade (Pontedeume). Finalmente los irmandiños serían vencidos. Este hecho histórico se celebra anualmente con el nombre de Festival Irmandiño (en la tercera semana de agosto), con el cual se pretende «conmemorar y reivindicar, con un carácter festivo, el movimiento Irmandiño, con sus características de unión y defensa de los intereses populares». El asalto simbólico al castillo se hace a la noche, armados los asaltantes con fachos, mientras el público sigue los actos entre otros elementos típicos de las romerías: sardiñada, música y danza.

En el año 1431 los irmandiños llegaron desde Ferrol bajo el mando del hidalgo Roi Xordo, en busca de Nuño Freire de Andrade "El Malo", hasta el castillo de Moeche, pero este ya había escapado. Enfurecidos, los sublevados, derribaron el castillo. Roi Xordo fue un hidalgo medieval de la tierra de la casa de Andrade, que en 1431 lideró la Irmandade Fusquenlla en su revuelta contra el señor Nuno Freire de Andrade, El Malo, en la que sería la primera revuelta irmandiña.
 


 
Poco se sabe de Roi Xordo pero se cree que podría ser de Ferrol. Lideró una fuerza de 3.000 hombres que tomó el castillo de Moeche, y después atacó otras fortalezas en Pontedeume, Monforte de Lemos y Santiago de Compostela hasta su supuesta muerte en combate en Pontedeume en 1437, cuando fue derrotada la irmandade. Actualmente una calle de Ferrol lleva su nombre.

En 1468 fue reconstruido el castillo de Moeche por Pedro Álvarez de Osorio, Conde de Lemos, obligando física y económicamente a aquellos que lo habían destruido a recuperarlo.

La planta del castillo es octogonal, siendo rodeado por un profundo foso que hoy en día está siendo recuperado (2009). Los materiales empleados son similares a las de otras fortalezas de las comarcas del norte de Galicia, formadas con muros de mampostería de pizarra y granito en sillería en sus esquinas. Encima de una de sus ventanas se puede ver el escudo de los Osorio y de los Enríquez, Castillo y León, sobre los seis roeles de los Castro de Lemos. Estos muros se elevan unos 12 m. Lo más llamativo del recinto es la torre del homenaje, de planta cuadrada, que se levanta hasta los 18 m del suelo. Además de la torre, podremos ver la plaza de armas con su pozo de agua, la sala de armas, el comedor, los aposentos, las caballerizas y los alojamientos de la servidumbre. Una escalera de caracol une el patio con las murallas defensivas. Las puertas y ventanas nos muestras un estilo gótico por sus apuntados arcos.
  
 

Desde el 22 de abril de 1949 el castillo fue protegido por la Ley de Patrimonio Histórico Español. En septiembre de 2009, el Castillo, después de una profunda restauración ha sido abierto al público. La reconstrucción del edificio, por parte de los alumnos de la Escuela Taller, permite que siga manteniendo su aspecto de grandeza.



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jueves, 20 de febrero de 2025

El tesoro de Bedoya (1940s)

Sucedió a finales del siglo I d.C., época en la cual toda la península ibérica formaba parte del imperio Romano. Aproximadamente unos 35 - 40 años después de que Jesucristo fuese crucificado, muerto y sepultado en el Calvario, Jerusalén. En el lugar conocido en la actualidad como A Chousa, Balón (Ferrol), alguien introdujo un tesoro dentro de un recipiente de bronce, que posteriormente enterró, escondiéndolo lo mejor que pudo con la previsible idea de recuperarlo posteriormente. Por algún motivo desconocido nunca pudo regresar a buscarlo, y dado el valor de las piezas es evidente que su muerte lo impidió, quedando el tesoro oculto bajo tierra durante casi 2000 años.
 
 
 
El tesoro fue descubierto a principio de los años 40 del siglo XX en el lugar conocido como A Chousa, Barca de Arriba, en su día parroquia de San Román de Doniños, municipio de Serantes, actualmente perteneciente al municipio de Ferrol.
 
Durante casi dos milenios dicho recipiente permaneció enterrado, hasta que un ferrolano, Don Francisco Bedoya Fojo, mandó limpiar las piedras de una tierra adyacente a la casa donde vivía. El personal de limpieza estaba trabajando próximo al antiguo pozo (entonces gallinero y ahora garaje) cuando tras un golpe de pala encontró un pequeño recipiente de bronce con algo brillante en su interior, que parecían ser salamandras; Sorprendido, buscó al dueño inválido, quien, a caballo, se acercó al pozo. Dada la importancia del hallazgo, temeroso de que se supiera lo que allí había aparecido, lo escondió en el fallado (desván) de la casa, donde estuvo guardado durante unos 10 años. No hace falta decir que el resto de la finca fue cribada metro a metro, sin noticias de encontrar nada más de valor, y sí, muchas piedras sueltas. 
 
Pasado este tiempo, el señor Justo Bedoya (hijo de Francisco) lleva a su hija a Santiago para que la vea el Dr. Echeverri (gran aficionado a la numismática), conociendo la afición del doctor, le hicieron saber lo que tenían guardado. Inmediatamente el Dr. Echeverri, se lo comunicó a su amigo D. José Filgueira Valverde (Director del Museo de Pontevedra) y juntos acordaron que en la próxima consulta de la familia Bedoya, llevaran las piezas en cuestión.

 
Una vez que el tesoro estuvo en Santiago, tras comprobar su autenticidad, D. José Filgueira Valverde les animó a depositarlo en un museo. Tras llegar a un acuerdo el 12 de octubre de 1953, el tesoro pasó a engrosar las vitrinas del Museo Provincial de Pontevedra, previo pago por parte de la Diputación Provincial de la nada desdeñable cantidad de 30.000 ptas (hoy equivaldría a más de 1.600.000 ptas o 10.000 euros). Al momento de hacer la entrega al museo, la familia Bedoya afirmó desconocer su procedencia, ya que era algo guardado por D. Francisco Bedoya en el desván de la casa. 
 
El tesoro escondido por alguien de la época imperial romana hace unos 1850 años estaba compuesto por los siguientes elementos:
  • 1 diadema de oro.
  • 2 arracadas (pendientes) de oro de tipo arriñonado.
  • 2 arracadas de oro con forma de laberinto.
  • 1 anillo signatario de oro con entalle.
  • 1 anillo de oro con una piedra (amatista) engarzada.
  • 2 áureos, moneda de oro romana que equivalía a 25 denarios datados entre los años 54 y 85 d.C. Uno de Nerón y otro de Domiciano.
  • 27 denarios de plata datados entre los años 63 a.C. a 91 d.C.
  • 1 recipiente de bronce, que alojó las piezas del tesoro en su interior.
 
Las monedas, áureos y denarios de plata resultaron ser para los estudiosos de la numismática, de una datación menos compleja. Los dos juegos de arracadas (pendientes) son otra historia. Los arriñonados se dan desde el final de la edad de bronce (1.300 a 700 a. C) siendo de gran uso en las culturas atlánticas. Lo mismo sucede con lo pendientes laberintiformes, diseño muy extendido en la cultura de los castros del noroeste durante la edad de hierro, alcanzando entonces su máximo esplendor la orfebrería gallega. Es decir las monedas no son quienes nos dan la referencia de la antigüedad de las piezas consideradas como joyas (pendientes, diadema y anillos), pudiendo ser el conjunto hallado, fruto de una acumulación en distintas épocas anteriores realizada por distintos personajes. 
 
Sin duda la persona que ocultó el tesoro, en época de la cultura castrexa romanizada, lo hizo por prevención, por cautela y para preservar sus bienes en tiempos convulsos como los que se dieron en el Imperio Romano durante las guerras civiles del 68 y 69 d. C. en Roma, y la inestabilidad del Imperio hasta el 98 d.C. Guerras e inestabilidad política que debido al sistema clientelar de los Emperadores y patricios romanos podría llegar a complicar la vida a algún provinciano de la zona de lo que hoy es Ferrol
 
En cuanto a por qué Francisco Bedoya decidió guardarlo diez años en su desván, la explicación hay que buscarla en otro hallazgo que se produjo en 1940 en Caldas de Rey (Tesoro de Caldas de Reyes I), donde varios jornaleros que abrían una zanja en una carretera toparon con sus palas con algo metálico que resultó ser otro tesoro, este mucho más valioso en cuanto a peso y antigüedad ya que registraba más de 28 kilos en oro y una datación de mediados de la edad de bronce. Los jornaleros, vendieron en el mercado negro hasta 12 kilos. Pasaron unas Navidades jubilosas, hasta que la Guardia Civil les llamó a la puerta y los puso a disposición judicial. Francisco Bedoya debió de pensar que no eran tiempos como para hacer alardes.
 
Es en 1953, momento en que lo de Caldas está casi olvidado, cuando don Francisco cede a sus herederos el Tesoro y éstos lo entregan al Museo de Pontevedra a cambio de una cantidad de dinero. Desde entonces se le conoce en los círculos arqueológicos como “Tesoro de Bedoya”.
 
Cabe mencionar que la zona de Cobas en Ferrol fueron explotadas minas de oro ya en la época del Imperio Romano, fechas próximas con las del supuesto enterramiento del Tesoro de Bedoya. Ver "En Ferrolterra hay oro"
 
La fiebre del oro de los romanos se llevó de las minas gallegas decenas de toneladas del dorado metal, que luego circularía en forma de monedas llamadas aúreos, durante los dos siglos en los que el Imperio explotó el rico patrimonio mineral del noroeste de la Península. La minería romana en el Noroeste tiene su origen en el comienzo del s. I d.C., al poco tiempo de terminar la conquista, y se implanta al compás de la reestructuración sociopolítica de las comunidades locales dirigida por el Imperio Romano. Los trabajos se extienden hasta el final del s. II d.C , o el comienzo del s. III d.C
 
Los habitantes del territorio de la antigua Gallaecia pagaban como tributo su trabajo en las minas, de las que se pudieron extraer gran parte de las 190 toneladas que los expertos estiman que Roma sustrajo del Noroeste. Con la cotización actual del oro -sin valor histórico de referencia- el importe de esta cantidad de oro equivaldría hoy a algo más de 5.800 millones de euros.
 
La minería es la actividad económica de la Antigüedad que mejor ha quedado fosilizada en el paisaje, como una auténtica máquina del tiempo que nos transporta y acerca al esfuerzo de miles de habitantes locales, que cavaron en la dura roca o lavaron toneladas de tierra. Aunque eran fundamentalmente campesinos, dedicaban parte de año a trabajar en las explotaciones auríferas, como parte de sus obligaciones tributarias con Roma. 

Los habitantes de los castros antes de la romanización ya habían accedido al oro, pero solo por medio del bateo de los ríos y a escala muy reducida. Por tanto, no cabe la menor duda: La explotación sistemática y extensiva de los recursos auríferos del Noroeste de la Península empieza y termina con el imperio romano. Y ellos fueron los mejores en hacerlo hasta la fecha.

 
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jueves, 16 de enero de 2025

Ballena franca glacial o ballena vasca

La ballena franca glacial también conocida como ballena vasca (Eubalaena glacialis) es un animal mamífero y una especie de cetáceo misticeto de la familia de los balénidos. Se trata de una ballena barbada, una de las tres especies de ballenas francas, pertenecientes al género Eubalaena, las cuales fueron anteriormente clasificadas como una sola especie. Su denominación de "francas" se debe a que los balleneros pensaban que eran las ballenas "correctas" o "francas" para cazar, debido principalmente a que ellas flotan cuando mueren. Debido a su naturaleza dócil, sus comportamientos lentos en la superficie, hacen que sea presa fácil para los humanos desde tiempos muy antiguos. Produciendo altos rendimientos de aceite de ballena, las ballenas francas fueron una vez objetivo preferente para los balleneros vascos. En la actualidad, se encuentran entre las ballenas más amenazadas en el mundo.

 

Antiguamente era frecuente encontrarla en zonas de aguas poco profundas de la costa Cantábrica y Gallega, ya que solían aparecer en el interior de las rías y bahías. Su ciclo anual ocupa dos tipos de hábitats; en verano se desplazaba hacia aguas frías del Atlántico norte ricas en zooplacton. Mientras que ​en invierno las hembras preñadas emigraban hacia aguas más cálidas y allí era donde tenían lugar los partos, y criaban los ballenatos en sus primeros meses. La última observación de esta especie en Galicia fue en Estaca de Bares en el año 1993 (Arcos, F. and Mosquera, I. 1993. Observaciòn d’un exemplar de baleabasca, Eubalaena glacialis, en Galicia. Eubalaena). También Pescadores de la zona colindante entre Galicia y Asturias, afirman haber visto recientemente en varias ocasiones una ballena oscura de vientre blanco, saltando cerca de costa, y que por la descripción podría tratarse de un ejemplar de ballena vasca.

En la actualidad se estima que existen alrededor de 400 ejemplares en el oeste del Atlántico Norte. En el este del Atlántico Norte hay una población muy escasa, los científicos creen que ya puede estar funcionalmente extinta de este lado del océano Atlántico. 

La ballena franca glacial tiene una longitud aproximada de 14 a 18 metros, aunque puede alcanzar los 24 metros, un tercio de los cuales corresponde a la cabeza. Pesa entre 36 y 72 toneladas. Las hembras son mas grandes que los machos. Su esperanza de vida es de 70 años o más.

Las ballenas francas se alimentan principalmente de copépodos y otros pequeños invertebrados como el krill, pterópodos y larvas de percebes.

La piel, es negra en el dorso y blanca en la zona del mentón. Tiene una mandíbula recurvada, con el extremo anterior dirigido hacia abajo. Con engrosamientos o callosidades de color claro en la cabeza que varían en tamaño, grosor y posición, lo que permite su identificación individual. La coloración es negra en los adultos con una mancha ventral blanca en algunos ejemplares. En su boca cuelgan 300 barbas de más de 3 metros de longitud. No posee aleta dorsal ni pliegues en la garganta.

Al igual que con todas las ballenas francas no tienen una aleta dorsal. El color es uniforme negro. En la ballena franca, es común la presencia de parásitos viven principalmente en las callosidades de la cabeza del animal. Los racimos de piojos de ballena, que tienen color blanco, contrastan con la piel oscura de la ballena y ayudan por tanto a los investigadores a identificar a especímenes individuales debido a la forma única de estas formaciones en cada individuo. Los piojos se alimentan principalmente de algas que se adhieren al cuerpo del huésped. También se alimentan de la piel descamada de su huésped y con frecuencia de las heridas y piel normal. Ello puede causar daño a la piel, pero no es causa de afecciones importantes. El desarrollo de estos parásitos se encuentra estrechamente relacionada con el patrón de vida de su huésped. La distribución de varias especies de piojo refleja los hábitos migratorios de determinadas poblaciones de cetáceos.

Las ballenas francas se reproducen a partir de los nueve o diez años de edad (hembras) y la duración de la gestación es en torno a un año. El intervalo entre los nacimientos son de tres a seis años. Los ballenatos miden de 4 a 4,6 m de largo al nacer y pesan alrededor de 1.400 kg.

Las poblaciones de ballenas francas del atlántico oriental desde tiempos pretéritos realizaba el siguiente recorrido;  

En invierno emigraban hacia el golfo de Vizcaya costa de la Península Ibérica hasta Galicia, también a aguas situadas entre los archipiélagos de las islas Azores y Madeira y las costas del noroeste de África. Donde parían las crías y criaban a los ballenatos.

Durante el verano ascendían hacia el atlántico Norte, siguiendo la costa francesa y atlántica de Irlanda, pasando por las islas Hébridas, hacia Islandia, las islas Svalbard y las costas de Noruega donde se alimentan.

A pesar de que en un inicio los medios de para cazar a las ballenas francas fueron artesanales (chalupas y arpones), su explotación masiva, desde el siglo VIII hasta 1901, año en que se cazó la última ballena franca en Orio, provocó prácticamente su extinción. 

 

En la Edad Media, las atalayas de los pueblos de la costa del mar Cantábrico, daban la alarma cuando las ballenas escapando de las aguas frías del mar del Norte, se acercaban a estas costas. Entonces se preparaban pinazas con 10 o 15 remeros y un arponero que clavaba el arpón en la cabeza del animal, comenzando una dura lucha hasta que el animal era vencido y se remolcaba hasta la costa. Las disputas entre pueblos costeros eran comunes en la época. Las rivalidades fueron origen de numerosos conflictos y desafíos, siendo el embrión de las actuales regatas de traineras.

Los balleneros vascos fueron los primeros en cazar comercialmente la ballena franca, que tenía la ventaja de que una vez muerta, esta no se hundía, como ocurría con otras especies. Ellos comenzaron la caza de ballenas en el golfo de Vizcaya ya en el siglo XI. 

Las ballenas entraban en los meses de octubre a noviembre hacia los puntos más interiores del golfo de Vizcaya, más tarde entre diciembre y enero se desplazaban hacia alta mar y hacia el oeste, hasta llegar a las costas de Galicia en los meses de abril a mayo. En un principio, los balleneros vascos esperaban a que apareciesen ante sus puertos, pero posteriormente y ante la progresiva escasez de ballenas fueron persiguiéndolas por toda la costa cantábrica mediante una navegación de cabotaje, perfeccionando así sus técnicas.

Las ballenas fueron cazadas inicialmente por el aceite de ballena, ya que la grasa del animal, posteriormente convertida en aceite a la que se denominaba saín. Se utilizaba en el alumbrado y ardía sin desprender humo ni dar olor. También las barbas de la boca, constituían uno de los escasos materiales flexibles de la época. La carne apenas se consumía en España, pero se salaba y se vendía a los franceses. Los huesos servían como material de construcción, adorno y para la elaboración de muebles.

Posteriormente, con la aparición de métodos para la conservación de la carne, hizo que su valor como alimento aumentase, y con ello un lucrativo negocio que hizo que las capturas se incrementaran. La caza intensiva en las costas hizo que los vascos perfeccionasen sus sistemas de caza hasta lograr llegar primero al mar del Norte y progresivamente a Islandia y más tarde a las costas de Labrador y Terranova (Canadá).

La ballena franca glacial ha sufrido persecuciones debido a cuatro causas fundamentales: vivir cerca de la costa, flotar cuando está muerta, nadar despacio y poseer una capa de grasa mayor (representa el 36-45% del peso total) que ninguna otra especie.

Las principales amenazas que se ciernen actualmente sobre la especie son:

  • Colisiones con buques: el 7% tiene marcas de heridas producidas por hélices de buques y en torno al 20% de la mortalidad se debe a colisiones con buques. De 45 casos de mortalidad registrados en el periodo 1970-1999, el 35,5% se debieron a colisiones con barcos (Knowlton y Kraus, 2001). La gran flotabilidad de esta especie hace difícil la inmersión como respuesta al acercamiento de un buque. Además su capacidad de maniobra durante el ascenso a la superficie es limitado (Nowacek et al., 2001).
  • Tamaño reducido de población: mediante análisis de ADN se ha comprobado que la variabilidad genética es reducida, lo que sugiere que hay menores tasas de fertilidad, fecundidad y supervivencia de las crías (Schaeff et al., 1997).
  • Productividad del hábitat: un estudio sugirió que la población actual puede representar la capacidad de carga del hábitat hoy en día. Lo cual parece improbable ya que no hay evidencia de cambios oceanográficos (Kraus et al., 2007).
  • Ingestión de basura: cuando se alimenta en la superficie puede llegar a ingerir restos flotantes de basura (Kraus et al., 2007).
  • Efecto del ruido sobre la comunicación entre las ballenas: el incremento del ruido producido por las actividades humanas es un peligro potencial para la comunicación social de las ballenas (Parks y Clark, 2007, Clark et al., 2007).
  • Contaminación: se han encontrado niveles altos de PCB, seguido en importancia por DDT. (Woodley et al., 1991). Sin embargo, aunque las concentraciones de PCB aumentan con la edad en los machos, la acumulación de contaminantes en la grasa muestra variaciones que se deben a la ingestión de alimento en distintos sitios y a la eliminación de algunos contaminantes durante la disminución de lípidos en el invierno (Weisbrod et al., 2000).


En Ferrol, funcionaba durante la Edad Media el puerto ballenero de O Priorio. Localizado en la actualidad en la playa de O Porto, cerca de Cabo Prior, en un enclave situado muy cerca de donde actualmente funciona la cetárea de Covas. Próximo también de la Playa de Santa Comba.

En el siglo XII el puerto de O Priorio dependía de los monjes de Sobrado, a los que tiempo después los pescadores que recalaban en aquel muelle (normalmente vascos y franceses) debían pagar un diezmo por la captura de las ballenas.

Según el investigador José López Hermida; El Rey Sancho IV de Castilla (El Bravo), por privilegio expedido en la ciudad de Lugo en el año 1286, concedió al monasterio de Sobrado un quiñón de las ballenas que se matasen en el puerto do Priorio, en atención a que dicho pueblo pertenecía a Sobrado. Tiempo después, los privilegios sobre la caza de las ballenas les fueron usurpados a los monjes por los Andrade, que siguieron cobrando el diezmo. Y ya pasado el siglo XVII, la pesca de estos colosos de los mares se extinguió en Covas debido a la sobrepesca.

También en la playa de Bares (Estaca de Bares) se encontró una gran cantidad de restos de cetáceos del siglo XIII, época en la que la caza de ballenas se generalizó en el litoral cantábrico y que convirtió a Bares en un puerto refugio para los barcos balleneros. En el siglo XVII se utilizaba la isla Coelleira como atalaya en la pesca de ballenas, sobre todo por pescadores vascos, hasta que el obispado de Mondoñedo lo prohibió.


El paso invernal frente a la costa gallega se daba desde finales de octubre o principios de noviembre hasta finales de febrero o principios de marzo. En cuanto a las especies capturadas, el principal objetivo de los marineros gallegos era la ballena franca, aunque también cazaban ocasionalmente el cachalote y el jibarte (ballena jorobada). Galicia y todo el Cantábrico eran las zonas de invernada o paso costero de mayor intensidad. La ballena franca era la que más se aproximaba a las costas, la más lenta nadando y la que tenía una mayor capa de grasa, lo que permitía una mayor flotabilidad del cetáceo una vez muerto. 

 

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